¡Al final me lo acabé leyendo!

Por fin me he leído el editorial conjunto de la prensa catalana. He esperado unos días, sin motivo aparente. Creo que, simplemente, sabía lo que estaba escrito, lo imaginaba. «Joder, me lo voy a tener que acabar leyendo al final«, me soltó mi jefe el otro día. Tampoco él se había abalanzado sobre el quiosco para conocer qué tenía que decirnos «la sociedad catalana en su conjunto». ¿Tal vez todo es demasiado previsible?

No obstante, su lectura no ha dejado de sorprenderme, como no dejan de hacerlo las declaraciones de los políticos catalanes nacionalistas (PSC incluido) que, escudados en el «ensordecedor grito de libertad» de los catalanes, usan un lenguaje amenazante, con tintes prebélicos en algunas ocasiones, en contra de una eventual sentencia de TC que recorte el Estatuto de Cataluña, refrendado por todas las Cámaras.

Una consulta soberanista evidenciaría que Cataluña quiere ser española

Ya hemos ido viendo en este blog la suma importancia que, en comunicación política, se debe conceder al lenguaje, al uso de unas palabras determinadas, que a su vez te sugieren un marco que asumes para comprender la realidad de algo. Dicho esto, una visión panorámica de esta última semana es preocupante por el uso de términos y recursos literarios (metáforas y metonimias) que fomentan un clima de confrontación, absolutamente beneficioso para esos mismos dirigentes.

• Y dice el editorial: «que nadie yerre el diagnóstico, por muchos que sean los problemas, las desafecciones y los sinsabores. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al menoscabo de su dignidad»
• Aún más preocupante es la entrevista de Artur Mas en El País el domingo 29/11. Atención!, tres perlas: «Hay un cierto clamor en la sociedad catalana que avisa de los riesgos de una sentencia negativa»; «el pueblo de Cataluña debería elevar su voz»; «se cerrarán la puerta si creen que lo que niega el Constitucional no se puede lograr por otras vías».

La actitud y la palabrería usada por muchos políticos de Cataluña en estos días sitúan a los electores/ciudadanos ante un marco prebélico artificial a todas luces, sabedores de que azuzar a los perros contra la España «opresora y nacionalcatólica» genera réditos electorales. La irresponsabilidad es aún mayor cuando esta España «opresora y nacionalcatólica» es un boceto de ogro creado ellos mismos para tener un enemigo con quien pelearse. Su supervivencia depende de ello. Precisamente por ello ataca a los símbolos de España como estado, sobre todo el Tribunal Constitucional, por su propia condición.

En definitiva, el nacionalismo catalán (como así el vasco, el gallego y ahora los «nuevos nacionalismos») es un fabricante de realidades paralelas, de necesidades creadas y de conflictos inexistentes… Ingredientes todos ellos obligatorios para sobrevivir y alcanzar las metas autoimpuestas en el plano político. De igual manera, Zapatero necesitó tener a Bush de enemigo para ganar las elecciones; Bush a Sadam Hussein para invadirle y etcétera etcétera.

Quieren que parezca que huele a rebelión, pero sólo huele a naftalina.